Reencuentros en el Cuzco

Teniendo en cuenta el largo tiempo que llevo sin dar noticias, voy a intentar resumir los 2 últimos meses sin alargarme demasiado, en un par de capítulos. Aquí va el primero: "Sur de Perú".

Nada más llegar a Cuzco se puede respirar el encanto que tiene la ciudad. Capital del imperio inca hasta hace 5 siglos y capital arqueológica de América en la actualidad, uno no se cansa de recorrer sus calles empedradas, sus numerosos monumentos y su gran variedad de museos. Es el típico lugar que te pide a gritos que no lo abandones, que te queda aún mucho por descubrir.

Por si la ciudad en sí no fuera suficiente, ésta se encuentra rodeada por un sinfín de ruinas, pueblos y paisajes que forman el Valle Sagrado de los Incas. Aquí uno puede pasar días caminando por entre las montañas andinas, sin dejar de sorprenderse con las panorámicas que encuentra, empapándose de la historia y la cultura de los quetzuas e incluso maravillándose con contrastes como el de las salineras de Maras.

Mi amiga Flor, a la que había conocido semanas antes en el barco a Iquitos, me invitó a compartir un día con su familia de Urubamba, en el Valle Sagrado, y me hicieron sentir realmente como en casa.

A los pocos días, me reencontré con Sylvain después de mes y medio. Él venía a Cuzco para ver Machu Picchu, pero eso era algo que yo me reservaba para más adelante. Así que me quedé disfrutando un poco más de otro de los encantos del Valle: Ollantaytambo.

Después me fui junto a Sylvain a Bolivia unos días, pero no tardaría en regresar a Perú.

Debido a un cúmulo de circunstancias, volví a Cuzco transcurridos 10 días. Gran parte de la "culpa" la tuvieron las vacaciones de mi amigo de toda la vida, Iñigo. Y claro, 23 años de amistad bien merecían un rodeo en el camino.

Ahora sí, tocaba visitar Machu Picchu. Para ello me embarqué en un tour con Anna, mi compañera de viaje en el Amazonas, y compartimos 4 fantásticos días con Kate y 4 amigos de Buenos Aires muy buena onda (Ema, Pablo, Dani y Fernando). Nuestro guía Pepe nos iba contando la historia de los incas a medida que recorríamos el Valle Sagrado rumbo a Machu Picchu. También nos brindó la oportunidad de disfrutar de una manera especial del santuario inca.

Al volver de Machu Picchu, me despedí del grupo y continué el viaje con Iñigo por unos días más.

Nuestro próximo destino era Arequipa, pero decidimos hacer una parada en Puno para conocer el Lago Titicaca y visitar las islas flotantes de los Uros.

 

Una vez que Iñigo ya era feliz porque había estado en el lago navegable más alto del mundo, pudimos ir a Arequipa. La ciudad, una de las más importantes de Perú, no tenía nada extraordinario y además nos robaron en el hostal, así que no voy a darle demasiada publicidad, jeje. Como anécdota, decir que coincidió nuestra estancia allí con le entrega del Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa, natural de Arequipa. Por comentar.

El gran atractivo de Arequipa, sin embargo, es su proximidad al Cañón del Colca. Además de ser el 2º cañón del mundo en profundidad, aquí se puede divisar al cóndor andino, un impresionante pajarraco reconocido como una de las aves voladoras más grandes del planeta.

Para llegar a la cita con el cóndor, tuvimos que pegarnos un buen madrugón, acompañado de un interesante viaje en camión. Pero el espectáculo que contemplamos, sin duda mereció la pena: cóndores de 3m de envergadura sobrevolando nuestras cabezas a un par de metros. Digno de ver!

Después, hicimos una expedición a las profundidades del cañón, hasta cruzar el río Colca y llegar exhaustos (unos más que otros, jeje) al "pueblo" de Llahuar, que en realidad consistía en 2 hostales. Eso sí, también tenía una piscina de aguas termales a orillas del río, desde donde se veían las estrellas de tal manera que daban ganas de quedarse a dormir allí.

Otra anécdota fue que no teníamos dinero para volver a Arequipa. Menos mal que el broker Claudio (que estaba en contacto con la Bolsa de Arequipa), nos ayudó a salir del paso. Un crack el amigo Claudio! Es más, tuvimos dinero incluso para realizar la subida a lo alto del cañón en camión. Mientras esperábamos su llegada, junto a los lugareños que aguardaban el arribo de provisiones a sus aisladas localidades, nos quedamos de piedra cuando vimos aparecer el vehículo en las alturas. Era una imagen totalmente surrealista, teniendo que hacer maniobras en cada curva.

El viaje de vuelta se convirtió en toda una aventura. El conductor con una pareja y 2 niños iban en la cabina, y Cinthia, Iñigo y yo en la parte de atrás descubierta. Las vistas espectaculares, para el que se atreviera a mirar! En un momento de los que hubo que dar marcha atrás estuvimos a punto de despeñarnos cañón abajo, pero no llegó a cundir el pánico. Lo dicho, toda una aventura!

En una semana con Iñigo, vivimos un montón de experiencias y estando con él me daba cuenta de lo especial que puede ser un viaje en camión, ver un pájaro o beberse una cerveza de maíz. Cosas que en mi "día a día" muchas veces me cuesta apreciar en el momento. Gracias amigo!

Y así acabaron mis 2 meses dando tumbos por Perú (que tiene pinta de llevarse el récord de estancia con 62 días) y me volvía de nuevo para Bolivia... aunque esto aún no os lo he contado.

Bueno, y ya que me he hecho de rogar tanto esta vez, os voy a compensar con unos regalitos:

• Un baile Quetzua
• El vuelo del cóndor
• La subida por el Cañon del Colca